Columna escrita por Saúl Zúñiga Johnson, psicólogo de Psicoterapia Adultos.
Este artículo es el primero de una serie que pretende responder ciertas preguntas que me han llegado sobre lo que es el trabajo psicoterapéutico del duelo. En esta primera parte pretendo partir por ciertas inquietudes más bien generales, y en una próxima entrada dedicarle un espacio a temas más específicos.
¿Qué es el duelo?
Vamos a empezar por una definición, si bien sencilla, sólida: el duelo es un estado emocional general esperable que se da como respuesta a una pérdida significativa. Eso incluye todo tipo de pérdida que pueda tener significado para una persona o grupo en particular. Durante el duelo podemos observar un compromiso a nivel físico (corporal), psicológico (pensamiento y emociones), y social (cultural, afecta nuestras relaciones con otros).
Podemos entonces decir que se refiere a un fenómeno por el cual todos pasamos varias veces durante nuestras vidas. Por lo general se caracteriza por la presencia de emociones negativas (que son las que más “ruido” hacen) como la pena, la rabia, la frustración, la nostalgia; pero también incluye el recuerdo tierno, la aceptación, y la calma. Entonces: el proceso de duelo si bien es un fenómeno que se siente mal e ingrato, es absolutamente normal (en el amplio sentido de la palabra) y esperable. Todos constantemente entramos y salimos de procesos de duelo.
Muchas veces se asocia el proceso de duelo directamente con la muerte de un ser querido; esto es debido a que esa es la forma más identificable y más concreta de pérdida que solemos imaginar. Pero muchas situaciones de la vida cotidiana pueden llevar a procesos de duelo más o menos intensos, así como de mayor o menor duración.
¿Cuál es la causa de un proceso de duelo?
La cantidad de situaciones que pueden llevar a una persona a un proceso de duelo son diversas. La gran mayoría son consideradas partes ineludibles de la vida. Nos va a tocar en algún momento sentirnos de ese modo. Como lo menciono anteriormente, el duelo es una respuesta a una pérdida significativa, por lo tanto todo evento en el cual perdamos algo que (para cada quien) sea significativo puede ser un gatillante para un proceso de duelo. Algunos ejemplos:
(a) La muerte de un familiar cercano: “Desde que mi papá murió que siento como si la pega tuviera menos sentido que antes. Despertarme en la mañana para trotar se me hace díficil. Él era un hombre sano, y yo lo admiraba, ahora que se fue nada me calza.”
(b) La pérdida de una oportunidad de desarrollo personal: “Yo lo di todo en este trabajo, y desde que ascendieron al primo del jefe, ahora ya no sé muy bien qué hacer. Antes la pega la hacía con ganas, ahora me siento frente al escritorio y pienso: ¿para qué?”
(c) El deterioro de la propia salud o de la salud de alguien cercano: “No sé, ahora cada vez que hablo con mi abuela siento que está en otra. Ya no es la señora ‘chucheta’ y activa de antes, ahora es una viejita que ni sabe dónde está.”
(d) Una decepción amorosa o una ruptura de pareja: “Con el Manuel era todo maravilloso, y resulta que era yo no más la que estaba en eso porque el muy canalla andaba con otra. No sé si puedo volver a confiar de nuevo.”
(e) La pérdida o la destrucción de un objeto significativo: “Tenía un álbum con todas las fotos de nuestro matrimonio, ahora donde no está quemado está hecho tira, no sirve de nada. Toda mi vida estaba en esas fotos.”
A propósito de esto es que podemos observar que para diferentes culturas (nacionalidades, clases sociales, etnias, etc.) los duelos sean vividos de maneras tan diferentes. Además, para diferentes personas esa significación será distinta y las formas de vérselas con los duelos también variará. Lo que para algunos es motivo de un duelo profundo, para otros puede parecer extrañísimo. Un par de ejemplos de esto:
“Fabián es un joven que cursa la educación superior en un instituto. Viene de una familia muy exigente, siempre han destacado el rendimiento académico y la excelencia, le han dicho constantemente que es muy inteligente y capaz, él también es muy competitivo y suele destacar en más de algún deporte. Por lo tanto cuando reprueba un ramo que le cuesta mucho no puede evitar sentirse devastado, desmotivado, e inútil; tanto que ha considerado congelar la carrera o estudiar algo distinto. Su profesor no lo entiende y le insiste que vuelva a tomar el ramo el próximo semestre.”
“Pamela prácticamente se ha criado con su perrita Nené. Ella le puso así porque a su corta edad no podía pronunciar el nombre Inés. Nené murió hace poco atropellada, y desde entonces que ella la extraña mucho y llora cuando llega a casa y su perrita no la recibe. Raimundo, su esposo, no entiende cómo ella puede sufrir tanto por lo que él considera solamente un perro. Y se queja de que ella lo trata de insensible cuando lo único que él hizo fue ofrecerle adoptar una perrita nueva.”
“Gonzalo se enteró hace un mes que su padre estuvo implicado en uno de los casos de corrupción del año pasado y desde entonces se siente muy bajoneado. Él no lo veía mucho pero en su infancia recuerda haberlo admirado como a un héroe. Su novia comenta que lo ve demasiado decaído, especialmente siendo que desde que lo conoce nunca se llevó muy bien con su padre, y que él sabe que la gente del rubro de su padre suele ser corrupta.”
En todos estos casos vemos procesos de duelo muy distintos, en personas distintas, con historias distintas, y contextos distintos. En todos los ejemplos para los ojos de otros son difíciles de comprender, pero para quienes los están viviendo pueden constituirse en experiencias muy difíciles e ingratas.
¿Cómo se sale del duelo?
Una de las imágenes más comunes que se le viene a la gente cuando se habla de duelo es la idea de las fases o las etapas. No me detendré mucho en ellas ya que distintos autores postulan distintas etapas y asimismo distintas descripciones, para efectos de este artículo lo importante de mencionar es que efectivamente es un proceso (algo que toma tiempo y trabajo) por el cual es necesario atravesar (ir progresando paso a paso). No todas las personas pasarán por las mismas etapas, ni tampoco en el mismo orden, existe consenso detrás de la idea de que cada duelo es distinto y su desarrollo depende de una multiplicidad de variables.
Por lo general en mi experiencia las personas formulan el problema en términos de olvidar (“tengo que olvidarme de él”), de dejar ir (“he tratado, pero no lo puedo dejar ir”), de superar (“mi familia me dice que lo supere, pero me cuesta”). Y el atravesamiento del duelo algo de eso tiene; pero nunca se olvida, ni se supera, ni se deja ir como si nada hubiera pasado. Siempre algo de esta pérdida se queda con uno, el mundo de cada persona registra una pérdida real, y es alrededor de esa pérdida que se comienza a construir. La pérdida queda como una marca en la vida. La diferencia es en que la sensación de “lastre” y pesadumbre, a través de la elaboración y trabajo del duelo, se tiende a sustituir por una de compromiso y sensación de propósito. El duelo poco tiene que ver con volver a tener la misma vida que se tenía antes de la pérdida, sino más bien en construir una vida nueva que integre esa pérdida. Esa vida puede parecerse mucho a la anterior o ser radicalmente diferente, eso dependerá también de las particularidades de la persona y de su contexto. Desde este lugar es que los rituales (como los funerales, los recuerdos en fechas específicas, o hasta la designación de ciertos hitos como importantes) ayudan muchísimo. El proceso de duelo de cierta manera (metafórica) es la etapa de construcción de esta nueva realidad que integra esa pérdida.
Dado que es un proceso que es tan personal y único, los caminos hacia la salida son también únicos. Sin embargo existen una serie de posibles puntos comunes que tienen que ver con ir recuperando lo recuperable, sustituyendo lo sustituible, y aceptando lo que simplemente ya no puede ser. Por lo general al final de un proceso de duelo exitoso la persona tiene una capacidad de aceptar la realidad que no puede cambiar, tiene la fortaleza de enfrentarse a la realidad que puede cambiar, tiene la posibilidad de vivir la complejidad emocional de la vida después de la pérdida (esto no significa nunca más sentir pena, angustia, o nostalgia; significa poder vivir esas emociones sin que ellas lo dominen a uno), y la capacidad para incorporar nuevos elementos vitales en miras del futuro.
Para algunas personas este proceso será breve, para otros tomará más tiempo. Algunos lo vivirán de inmediato y otros solo tras muchos años. Muchos necesitarán de algún tipo de acompañamiento (ya sea familiar, social, o profesional) para salir adelante.
¿Cuándo debo consultar a un profesional por un duelo?
Si bien un proceso de duelo es un fenómeno “normal” y esperable luego de una pérdida, efectivamente muchas personas requieren algún tipo de ayuda profesional. Dadas ciertas circunstancias y ciertos contextos, los procesos de duelo pueden tomar direcciones preocupantes, y en ese caso es importante ser activo en buscar ayuda para sentirse mejor. Por ejemplo cuando el duelo se extiende un tiempo que pueda ser considerado como excesivo, o cuando la reacción pueda ser evaluada como de desmesurada intensidad (reconociendo que ambas categorías son evidentemente flexibles y dependerán de muchas otras variables). De la misma manera que una persona acude a un profesional cuando una dolencia (por ejemplo: muscular) se extiende por más tiempo de lo deseado, o cuando el dolor hace que el funcionamiento cotidiano se haga muy difícil; cuando una pérdida reciente afecte la vida social, el desempeño laboral, o las relaciones con otros significativos, es un buen momento para consultar.
Por lo general cuando alguien se siente “estancado” en su proceso de duelo también es una señal inequívoca de que se necesita ayuda. A veces se manifiesta de manera más sutil, con una sensación inespecífica de pesadez o incertidumbre, a veces con insomnio o angustia, y hasta me ha tocado trabajar con personas que ni siquiera saben conscientemente que están pasando por un proceso de duelo dado que no han registrado que han perdido algo en el último tiempo.
Es importante tener en consideración que como dije antes el duelo es un camino, y a veces las personas o perdemos el rumbo o necesitamos que alguien nos ofrezca algo de ayuda para seguir. El apoyo psicoterapéutico tiene ese objetivo, es ir al encuentro de esa persona que está en aprietos y utilizar las herramientas de la formación profesional para ayudarle a seguir su propio camino.
Por ahora esto es lo básico en lo que refiere al duelo. En el próximo artículo de esta misma serie le dedicaré más líneas a asuntos más específicos sobre el tema. Espero que este artículo haya aclarado algunas cosas importantes sobre lo que es el duelo, qué esperar de él, y cuándo pedir ayuda.
Si algo no quedó tan claro, tienes más preguntas sobre duelo, o quieres tomar una hora de atención psicológica; puedes contactarme directamente en el correo [email protected] o en [email protected]
Excelente artículo. Concuerdo con todo lo que señalas y específicas… Y me quedó con que debemos hacernos cargo de nuestras dolencias internas,dolencias del alma y así poder resignificar y seguir el camino más fuerte y felíz.
Pd:Ojalá sigas subiendo este tipo de artículos ya que son bastante buenos y se que ayudan a muchos. Ayuda abrir un poco más la mente de la necesidad de ser activos con nuestras dolencias internas.